No se olvide: a diferencia de la mayoría de los libros, esos cuidadores de palabras que son los diccionarios no se leen a partir de la primera página y se continúa leyendo de manera continua como se hace, por ejemplo, con una novela. En efecto: estrictamente, no se lee un diccionario, sino que de vez en cuando se lo consulta. Respecto de diccionarios del tipo de este diccionario de la justicia se espera que en cada una de las entradas se contribuya a determinar un concepto en la familia de conceptos subdeterminados de la justicia. Pero también se espera que, por ejemplo, contraponiendo entradas de inspiración platónica con entradas de inspiración kantiana, o aristotélica, o marxista, o a partir de vías negativas de teorizar sobre la justicia, también se desestabilicen —al menos provisoriamente— fragmentos de la familia de conceptos de la justicia: que por algunos momentos se los reevalúe y hasta se los ponga en cuestión.
Ésta no es ninguna experiencia rara cuando reflexionamos, si nos atrevemos a indagar y a discutir genuinamente y, por lo tanto, a desobedecer la regla: Siempre es bueno más de lo mismo. Porque si se hace un uso poroso de la razón, en el ir y venir de los argumentos y contraargumentos, ese determinar y desestabilizar conceptos sucede todo el tiempo. Casi diría que no hay argumentación que valga la pena en la que, al menos en varias de sus fases, no aparezcan o, al menos, se esbocen, o insinúen un poco, propuestas sea de nuevas determinaciones conceptuales, sea de nuevas desestabilizaciones.