La existencia de las clases, cada uno lo sabe por experiencia, es una coyuntura de luchas. Negar la existencia de las clases es negar la existencia de las diferencias... Todo mi trabajo muestra que, en un país en el que se dice que se ha homogeneizado, que se ha democratizado, la diferencia está por todos lados. Lo que hay es un espacio social, un espacio de diferencias en el cual las clases se encuentran no como algo dado, sino como algo a hacerse.
«El espacio social es construido de tal modo que los grupos se distribuyen en él según dos principios: el capital económico y el capital cultural. El lugar ocupado en el espacio social dirige las representaciones de ese espacio y las tomas de posición en las luchas para conservarlo o transformarlo» en este paisaje, la escuela selecciona y legitima un sistema de hábitos y prácticas sociales impuesto por una determinada clase, presenta ciertos valores y normas culturales de un grupo como si fueran universales y contribuye a reproducir la estructura social. Sin embargo, contra las interpretaciones mecanicistas, hay que aclarar que es porque conocemos las leyes de la reproducción que tenemos alguna oportunidad de minimizar su acción en la institución escolar.
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